Hay actividades que para algunas personas podrán parecer automáticas, pero para otras son un tremendo lío. Está por ejemplo, esa tan necesaria, la de respirar. Algunos incluso lo hacen de manera natural. Hay un montón de personas que la dominan a la perfección. Caso contrario el de los desafortunados que constantemente tienen que estar repasando el método para evitar su muerte por falta de oxígeno. Si no se ha nacido sabiendo respirar, uno está condenado a una vida de sufrimiento.
No me agradan los tatuajes. Nunca simpatizaré con ellos. Ya de por sí el hecho de rayarme los dedos accidentalmente con el bolígrafo me parece bastante molesto. Es como ir y pintar una roca. Ya no será roca nunca más, solo una simple piedra pintarrajeada.
Mojarse bajo la lluvia no me parece romántico ni nada por el estilo. Prefiero estar seco. No es que no me guste la lluvia, pero tampoco la amo. Observar la lluvia es reconfortante. Pero uno se expone a contraer un resfriado innecesariamente o a que le caigan renacuajos del cielo, además es demasiado ruidosa.
Odio la sopa pero amo el espagueti. Entonces he llegado a la conclusión de que la causa del odio no son los fideos, sino el caldo en donde este nada y hace piruetas, como microbio en agua de lluvia.
En días recientes he viajado más en autobús que en toda mi vida. Antes para desplazarme a un sitio bastaba con caminar unos cuantos metros. No había necesidad de tomar ningún transporte además de mis pies. Viajar diario en camión me llevó a realizar una investigación con la finalidad de encontrar el asiento correcto, puesto que estaré viajando de aquí a cuatro años si las cosas marchan bien. Necesité una semana entera para dar con el lugar indicado, pero lo hallé. Logré divisar un asiento increíble, un punto ciego, un lugar en donde te sientas y nadie se da cuenta de que hay un espacio vacío. Es genial. He notado que en lo que el pasajero paga, se distrae y cuando mira en busca de algún lugar vacío ya se le ha escapado el asiento en donde estoy. Es increíble. Aunque no es cien por ciento efectivo. En algunas ocasiones ciertas personas logran verlo. Su invisibilidad es vulnerable ante la perspicacia de contados individuos.
Prefiero los perros a los gatos. No por cuestiones de belleza o adorabilidad. Los gatos son animales bellos y agradables, aunque le rehúyo a sus pelos. En cuanto a los perros, me parecen igual de atractivos y geniales que un gato. Mi decisión está basada en algunas cosas que pueden salvarte la vida. Creo que un gato no podría combatir a arañazos a un ladronzuelo, en cambio un can es más fiable. Soy humano de perros.
No crean cuando alguien les dice que la última cosa que podemos hacer es rendirnos; lo último que podemos hacer es morir.

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