jueves, 27 de diciembre de 2012

Sigues a bordo


Las mañanas son rápidas y frescas. Las gotas de agua se deslizan por ellas sin ningún impedimento. Cuando menos te lo esperas ya es mediodía y sin que te percates de ello ya está anocheciendo. Se puede ver cómo los segundos transcurren con prisa. Los días fluyen tan velozmente que si no tienes cuidado se te ha ido un año. Jugarretas del universo.  Ayer cumplías once años y hoy estás apagando ochenta velitas en el pastel. Buscabas el secreto de la vida eterna y ahora que lo has encontrado ya estás muerto. Observas a los peces nadar en la pecera. Ves al niño equivocarse tantas veces que ha terminado por arrancar todas las hojas del cuaderno. Miras los árboles caer de la montaña, como hojas, deslizándose suavemente. Hay aves que no vuelan y marineros sin barco. Nadie desperdicia su vida. Sus razones tendrán para emplear tiempo en actividades que a otros podrán parecerles poco productivas e incluso perjudiciales. Hoy querías escribir una carta y mañana ya no sabes cómo escribir. La semana pasada tus manos funcionaban y ahora están tiesas como piedra. Solías pelear con tigres y ahora una lombriz te ha dado un paliza. Abordas el autobús y ves pasar el mundo, o al menos una parte de él. Nadie pone mucha atención. Solo ven una simple ventanilla. La historia está allá, pasando a ochenta kilómetros por hora a través del cristal. Te colocas los audífonos y líquidas el ruido exterior. Escuchas tu canción favorita. Hablas y asesinas el silencio. Le cedes el asiento al amor de tu vida. Es hora de bajar, el viaje ha terminado, has llegado a un destino incierto. Te detienes para comprarle a la señora de los pistaches y sigues tu camino. No sabes si regresarás o nunca volverás. Eres pasajero del autobús de la muerte. Aún sigues a bordo. Nadie ha podido bajar con vida.

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