Uno viaja tranquilamente en el autobús o camina por la calle con la única y noble intención de oxigenar un poco el espíritu. Pero si no se cuenta con audífonos, se está expuesto a escuchar lo que a otras personas con escaso respeto por el prójimo se les dé la gana reproducir a un volumen considerable. Las escuchas pueden variar desde música grupera hasta una cumbia bastante —sí, bastante— deprimente. Oh, cómo requiero unos audífonos.
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