Esta semana que pasó fue de escasez de lluvia a comparación de la semana predecesora. Las semanas anteriores llovía todas las noches, durante treinta o sesenta minutos aproximadamente. No era la gran cosa, pero bastaba para que el resto de la noche fuera agradable. Noches frescas. Incluso me había acostumbrado a la lluvia intermitente, a las tormentas bromistas; vienen y hacen su espectáculo de relámpagos con truenos, pero se van. Sin embargo, esta semana que terminó fue relativamente seca, no llovió nada. Solo un día que amenazó el viento, pero hasta ahí. Las noches ahora son calurosas, largas y molestas. Me causan desesperación. Ni siquiera mi amigo el ventilador, ni las duchas son de gran ayuda. Mientras espero a que alguna tormenta se digne a pasar por aquí, lo único que puedo hacer es resistir un poco más. Seguro llegarán. Qué más puedo hacer. No confío en las danzas de la lluvia, probablemente sean puras patrañas. Tampoco puedo optar por dormir en el suelo, es demasiado rígido. Dormir afuera sería suicido con tantos mosquitos rondando por ahí. Mi sangre no les atrae, pero podrían cambiar de opinión. Realmente estoy preocupado, a veces pienso que nunca volverán. Ya extraño el resplandor de los relámpagos, el ruido de los truenos, el frío del viento, la humedad nocturna que tanta alegría me causa. Empezaré a practicar más la técnica de atrapar tormentas en frascos. Estoy decidido a atrapar un pedacito de la próxima que pase por aquí. Esta vez no escapará. Escucharán de mí, el hombre que fue capaz de atrapar a la lluvia, al relámpago y al trueno; aquel que encerró un poco del clima en un un frasco.

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