Por más que lo intento no puedo, simplemente no sucede. Mis manos se odian mutuamente. Intentar juntarles para generar un aplauso es imposible. Tengo que recurrir a métodos nada prácticos. Finjo un aplauso y hago ruidos con la boca que en nada se parecen a uno. Solo hago el ridículo. Hasta el momento es lo único que he podido hacer. Por motivos de la escuela estuve asistiendo a eventos en donde los aplausos eran requeridos con frecuencia. Y ahí estaba yo, acorralado, sin saber qué hacer, desesperado por la incómoda situación. Tengo que admitirlo: las focas y los simios son mejores que yo.

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