Estaba esperando el autobús. No sucedía nada fuera de lo normal. Pasaban personas de importancia nula. Mientras tanto, yo pensaba en por qué razón aún no consigo unos audífonos. No sé cómo he sobrevivido un mes de escuela. Por inercia seguramente. Volteo y ahí está. Por un momento pensé que me asaltaría. Consideré la idea de ofrecerle mi teléfono celular a cambio de mi libertad. Contaba con escasos tres pesos en la billetera. Luego noté que eran ideas estúpidas. Alguien así no podía ser asaltante. Era hermosa. Cabello largo, rojo como fuego. Ojos claros color miel. Nos miramos durante un siglo. O quizá solo dos segundos. El tiempo se detuvo. Aún no entiendo por qué ella no miró hacia otro lado enseguida. Después del incidente ambos miramos en direcciones distintas. Había cierta tensión. Ella se había acercado demasiado. De no haberse detenido a tiempo nuestras caras habrían chocado. Luego de analizarlo un poco llegué a pensar que eran solo ilusiones mías. Seguramente era mi imaginación jugándome una broma. Llegó el autobús y todos lo abordaron. Como acostumbro, esperé a que terminaran los empujones para subir tranquilamente. Cuando comencé a caminar ella lo hizo. Dejé que subiera. Escogió un asiento. Había pensado sentarme junto a ella y escribirle una nota que dijera:
Hace un rato, allá afuera, pensé que me asaltarías. Menos mal que no fue así. No cuento con mucho dinero. Habrías obtenido un botín mísero. Sí, yo también creo que soy un idiota. Quieres hablar de algo. Lo qué sea. Hueles bien. Prefiero hablar contigo que conmigo. Soy medio aburrido. Ah, por cierto, esta nota no la he escrito ahora. Ya la tenía preparada. Sabía que esto iba a suceder y que me encontraría contigo. No preguntes cómo. Solo lo sabía. Disculpa mi letra de médico.
Pero eso sería demasiado. Fui y me senté hasta atrás. Llegó a su destino y yo a la escuela. No me atreví a hablarle. Jamás la volví a ver. Soy un cobarde. Debo evitar voltear cada que sienta esa inquietud de voltear. Soy víctima del amor súbito y de esa cobardía que me invade.
Hace un rato, allá afuera, pensé que me asaltarías. Menos mal que no fue así. No cuento con mucho dinero. Habrías obtenido un botín mísero. Sí, yo también creo que soy un idiota. Quieres hablar de algo. Lo qué sea. Hueles bien. Prefiero hablar contigo que conmigo. Soy medio aburrido. Ah, por cierto, esta nota no la he escrito ahora. Ya la tenía preparada. Sabía que esto iba a suceder y que me encontraría contigo. No preguntes cómo. Solo lo sabía. Disculpa mi letra de médico.
Pero eso sería demasiado. Fui y me senté hasta atrás. Llegó a su destino y yo a la escuela. No me atreví a hablarle. Jamás la volví a ver. Soy un cobarde. Debo evitar voltear cada que sienta esa inquietud de voltear. Soy víctima del amor súbito y de esa cobardía que me invade.

No hay comentarios:
Publicar un comentario