domingo, 17 de noviembre de 2013

Desdibujado


Soy de aquellos dibujantes que dejaron de ser dibujantes. No sé en qué momento de mi vida ocurrió, simplemente dejé que sucediera, no luché por conservar ese talento que me pertenecía y era tan mío como los diez dedos que llevo en los pies. Un día dibujaba a mares y al siguiente no volví a colocar la mirada en una hoja blanca. Antes el vacío cálido y claro de una hoja de papel en blanco me atraía y ahora me causa pavor. Ya no suelo tomar los lápices como antes, dejé de usarlos para trazar garabatos amorfos y empecé a usarlos para escribir números a montones. Tanto grafito desperdiciado, qué tristeza, una tragedia colosal. Debería comenzar de nuevo, volver a dibujar, ya he olvidado lo qué sentía al hacerlo, una parte de mí murió sin que yo hiciera algo al respecto.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Un viejo post...

Sombreros para sombreros
Es hora de comenzar a correr desesperádamente, parece que el sujeto del puesto de frutas ha decidido venir tras de mí. Al parecer se ha enfurecido porque suelo tomar de vez en cuando una pequeña e insignificante uva de su tienda. No era un gran daño, solo era una uva, además, ni siquiera eran hurtos consecutivos, solía hacerlo un mes sí y otro no. Jamás he escuchado de alguien que se haya ido a la quiebra por falta de una uva. No quiero imaginarme lo que me hará si logra atraparme. Tal vez logre perderlo si voy por el río, he escuchado que a los lugareños les da temor el agua, nadie sabe nadar en el pueblo. Estoy cerca, a los lejos se puede ver una balsa, o lo que queda de ella, pues sus condiciones son deplorables. Pero es la única salida, será mejor apresurarse. Al subir a la balsa me topé con un objeto inusual; con un sombrero de pinta singular. Parecía el sombrero de un mago, pero no de uno cualquiera, sino de un mago distinguido, y es que es fácil notar la calidad de sombreros que usan los buenos magos, cualquiera lo sabe. Podía vender el sombrero y hacerme de una buena cantidad de billetes, o quizá podría convertirme en mago, uno importante. el mejor de todos, capaz de sacar cien elefantes de un solo sombrero o de convertir un río en mar. Me conocerían con algún nombre extravagante probablemente de procedencia oriental. Viajaría por todo el mundo instruyendo a los demás magos y presumiendo de mis magníficas habilidades, enseñando trucos innovadores. Sería reconocido a lo largo de la historia como el mago más grande de todos los tiempos. Con las riquezas  que obtendría iniciaría un exitoso negocio de sombreros, los mejores y  más elegantes; sombreros para todo tipo de seres: para mimos, jirafas, dragones, dinosaurios, ancianos, aves. zorros, perros. Todos el mundo estaría incluido. Se harían sombreros con celdas solares, sombreros voladores, sombreros con propulsión a chorro. En la compra de un sombrero se regalaría un artículo de colección, un sombrero para sombreros, objeto único en su especie. Heredaría el negocio a mis hijos, quienes más tarde harían de él una empresa que fabricaría zapatos y eso los llevaría a la quiebra. ¿Quién en su sano juicio espera obtener ganancias de la venta de zapatos? El uso de zapatos es carente de importancia. Bien se puede andar descalzo, o con usar sandalias basta. Los sombreros en cambio, son especiales y distinguidos, dan un toque especial a quien los porta. Pueden evitar que alguien te robe las ideas y que el sol te cocine el cerebro, cosa de vital importancia. Incluso son efectivos para prevenirse de las palomas. Aunque tengo demasiada hambre, mejor venderé el sombrero y comparé un racimo de uvas con lo que obtenga. Ya puedo imaginarlo.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Nací en el onceavo piso


Nací en el onceavo piso del edificio más viejo de la ciudad, cuando veintisiete de las treinta puertas habían sido derribadas. Mientras una multitud de ladrones intentaba irrumpir en la habitación en busca de un bolígrafo, yo veía por la ventana como las flores nacían en la noche desértica. Crecí junto a sujetos que no daban los buenos días y conocí a personas que gustaban de coleccionar relojes.

A nadie le interesa...

Ha llegado la hora responder esa pregunta que los ha tenido sin dormir durante más de un año, si es que estoy bien el cálculos. Al fin les voy a despejar su duda, mis queridos lectores (no sé cuáles, además de los alemanes que llegan aquí accidentalmente). Me disculpo por hacer caso omiso durante tanto tiempo a sus insistentes cuestionamientos (ninguno), voy a revelarles la verdad acerca del nombre de mi blog. Pues verán, mi blog se llama Volega porque... vaya, qué tragedia, ahora que lo pienso es bastante triste, mi blog obtuvo su nombre de un captcha. Sí, un día descargaba música y me tope con una de esas cosas infernales que ponen en duda la humanidad de uno, y encontré esa palabra, y es que por aquellos días yo buscaba un nombre para mi blog. Decidí nombrarlo así. Alguna vez dije que los captchas son cajas de cereal en donde el premio es un username, pero en este caso fue el nombre de mi blog. Aquí acaba el misterio, ahora pueden regresar a sus quehaceres e ir a dormir tranquilamente en sus cómodas camas. Beban un vaso de leche, abracen a su madre y arrojen el televisor por la ventana, y si no tienen ventana entonces déjenlo donde está hasta que consigan una ventana, pues no hay mejor manera para deshacerse de un televisor que arrojarle desde una ventana. No lo regalen ni nada de eso, mejor hagan una ventana.