martes, 26 de febrero de 2013

Problema con las baterías

El reloj insiste en seguir girando sus manecillas. Lo he mirado fijamente para ver cómo reaccionaba, pero eso no hizo que cambiara su actuar, al contrario, pareciera que aumentó la velocidad. Pensé que era un problema con las baterías: demasiado cargadas quizá. Después de retirarle las pilas y esconderlas muy bien, el reloj seguía girando; alguna fuerza desconocida lo hacía girar con decisión. Nadie ni nada podía detenerlo. El giro de las manecillas era inevitable, y mientras yo buscaba la manera de pararle, el tiempo seguía su curso, sin perdonar, sin tocarse el corazón. El reloj es una máquina que se alimenta de almas y las transforma en tiempo. Cuando muera me llevaré ese reloj a la tumba, no vaya a ser que alguien más se lleve toda la vida intentando pararle en lugar de hacer otras cosas como, no sé, como ir a pescar o hacerse un sándwich.

jueves, 7 de febrero de 2013

No sé


No sé cómo se llama. La veo seguido. No sé si habla, pero estoy casi seguro de que sí, pues alguna vez le vi charlando con un sujeto sobre algo de poca importancia. No sé si come o solo bebe agua. Intuyo que los viajes en autobús no son lo suyo. He tenido la oportunidad de compartir asiento, pero guardo la distancia, prefiero no molestar. No sé dónde vive. Me cae bien. Ni siquiera la conozco. Espero nunca conocerla más allá de las vistas esporádicas. Me ocurre que mientras más conozco a las personas cercanas, menos las aprecio. Con las buenas personas no ocurre lo mismo; cuando uno conoce a un ser escaso como esos, mientras más se les conoce más se les quiere. No sé si le gustan las bicicletas o prefiere los automóviles. No quiero saber sus gustos musicales o su pasatiempo favorito; si le gustan los gatos o los perros; si ama la sopa o la detesta; si se ducha seguido o lo hace una vez al mes. No sé si me atrae la duda o la certeza. No sé si observa la vitrina o está dentro de ella; solo sé que me cae muy bien y ni siquiera la conozco. Sé que me agrada. No es amor ni nada de eso. No sé cómo se llama, aunque su nombre es lo menos importante.

Humor gris

El humor negro es fácil y barato. Cualquier gamberro con la capacidad de respirar por sí mismo puede hacer un chiste de esos, e inmediatamente los cretinos saldrán de las cloacas a celebrar la «hazaña».

sábado, 2 de febrero de 2013

Esto debía ir al inicio


Este blog es inofensivo; no pretende nada más allá de llenar internet de más basura, la cual abunda en cantidades descomunales por estos lados de la red. Por favor, no lo tome demasiado enserio si usted es un desafortunado cibernauta que ha venido a parar accidentalmente a este pobre sitio por razones inverosímiles que no le voy a cuestionar. Y bueno, ya que está aquí y se ha contaminado de este pequeño espacio, por qué no se da a la tarea de leer un poco más (de basura). Por su comprensión, gracias.